Educar en la salud.

El cuerpo se comunica de forma clara y precisa. No hay más que escucharlo y aprender el arte de interpretar y comprender los mensajes. Los niños pequeños están íntimamente conectados con él; por eso lloran y se quejan cuando algo les molesta o no va bien, comen cuando tienen hambre, beben cuando tienen sed y duermen cuando tienen sueño. ¡Así de fácil!

La propuesta es seguir manteniendo este vínculo y poner la atención en la salud y en el propio cuerpo. La ciencia ya ha demostrado lo mismo que decían todas las civilizaciones antiguas: que la enfermedad es un síntoma de un impacto emocional.

De hecho, la enfermedad es el esfuerzo que hace la naturaleza para avisarnos que existe un desequilibrio entre aquello que pensamos, aquello que sentimos y aquello que hacemos. Es un aviso de la naturaleza para demostrarnos que no estamos haciendo caso a los sentimientos y al corazón.

La incoherencia emocional genera una pérdida de energía que nos manda directamente a la confusión. Entonces, el cuerpo enferma para mostrarnos que estamos viviendo en el miedo, en la culpa, en el sufrimiento, en el victimismo, en la envidia y en el ataque… y que realmente no nos sentimos valiosos como personas.

Por tanto, para un verdadero restablecimiento, hay que ir a buscar la auténtica razón de cualquier conflicto interior.

—¿Qué me ha pasado?

—¿Cómo me siento?

—¿Qué no estoy perdonando?

—¿Qué incoherencias estoy viviendo?

Educar en la salud es educar en la dignidad y en la cohesión de las emociones, alineando lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos.

Todos tenemos una fuente infinita de amor y un increíble poder de curación. Cada vez que hacemos caso a nuestro corazón apostamos por la salud.

 

Fragmento del capítulo 6 del libro «El arte de educar con amor» – Comunicarnos con la vida, de Xavier Caparrós.

Septiembre de 2017, Editorial Milenio.

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